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miércoles, 22 de abril de 2009

¿Miras?


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¿A ver qué hora es? Perfecto, tengo veinte minutos por delante antes de que llegue el chico de la agencia. Espero que hoy venga Roberto. Es el mejor. Aunque ya estoy un poco cansada de estos amantes de catalogo, pero me sirven para entretenerme mientras espero el día que llegue él.

Vamos a echar una ojeada al local, a ver que hay por aquí. Un grupito de amas de casa tomando su cafecito con leche, un par de quinceañeras explicándose las aventuras del fin de semana, el quiosquero de la esquina... podría volver a probar con él, pero no, lo intenté la semana pasada, al principio parecía que sí, pero todo se quedo en un simple indicio.
Pero, ¿qué veo? ¡no me lo puedo creer! Es él, físicamente me encanta, unos cuarenta años, ideal, no me gustan los niñatos, moreno con algunas canas bien repartidas, la nariz griega, los labios calculadamente carnosos, la barba descuidada, las manos finas y sensible ,sus ojos brillantes y profundos en el hueco que forman sus cejas grandes y pobladas y sus pómulos fuertes y severos.
¿Qué estará leyendo? No puedo precisar el título pero es largo, de esos que no le gustan a los editores, seguro que es interesante. Otro punto a su favor, me encantará cuando me lea en susurros antes de coger el sueño, con su voz grave,porque seguro que tiene una voz grave, de esas que estremecen.
Tiene que ser él. Vamos a empezar.

P
rimero encenderé un cigarrillo, espero que mi gesto le rescate de la lectura. ¡Bien!. ¡Conseguido!. Me está mirando. Le ofrezco mi perfil para que me explore el rostro, voy a darle tiempo. ¡Genial! ha dejado el libro sobre la mesa, así me gusta, concéntrate en mí, cariño, no dejes de mirarme. Estoy aquí para ti.

Creo que empiezas a entenderme, lo intuyo en tus movimientos inquietos, seguro que ya estas listo para venir hacia mí y rozarme con el deseo que ha crecido bajo tu vientre. Ven. Te estoy esperando.

¿Qué te pasa? ¿Te cuesta decidirte? ¿Aun tienes dudas? Está bien mi amor, voy a levantarme, caminaré lentamente hasta el lavabo, quiero que no pierdas ni un detalle de mi contoneo, y cuando llegues, entra sin llamar, la puerta estará abierta, como yo.
No lo entiendo, todo iba tan bien, ¿no has captado mi mensaje? Sigues ahí sin dejar de mirarme...

¡Reacciona!


Me he vuelto a equivocar.
Ya está aquí Roberto, puntual como siempre, demasiado puntual, quizá si hubiera tenido un poco más de tiempo...

El día que alguien entienda mi código de señales habré encontrado al hombre de mi vida y él a la mujer perfecta.




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